Cinco siglos de historia… Un invaluable conocimiento de los pueblos originarios de inmigrantes europeos, una diversidad de varietales y un terroir excelente y pródigo ligado íntimamente a la cordillera de los Andes, sentaron las bases de una cultura que se mantiene vigente, siempre innovando, adaptándose y posicionándose como uno de los mejores productores del mundo.
Argentina tiene una localización geográfica muy particular. Combina la altura sobre el nivel del mar y la baja humedad lo que origina un ambiente idóneo para el cultivo orgánico casi nulo de químicos para controlar insectos y hongos.
Algunas varietales originarias de España e Italia en el siglo XVI comenzaron a cultivarse principalmente en las zonas de Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y Misiones.
Mendoza y San Juan fueron sitios clave al recibir las vides provenientes de Chile.
Michel Aimé Pouget, a través de los Andes y en la provincia de Mendoza, comenzó a experimentar con dos cepas de origen francés: Malbec y Chardonnay. El aromático Malbec que en Francia se utilizaba como un vino de corte, mezclado con otras varietales para aportarle color al vino ha tenido un crecimiento de producción paulatino pero un evento exigió una mayor producción para abastecer la demanda de la ciudad de Buenos Aires, inspirada por una influencia europea por el gusto del vino: la llegada del ferrocarril a Mendoza y la variedad que se destacó por sobre las otras fue sin duda el Malbec.
Hasta 1980, la prioridad era la cantidad de litros sobre la calidad del vino, produciendo el llamado “vino común de mesa” en sus diferentes versiones. Es en esta época en la que tenía prioridad la cantidad, surge una costumbre argentina de tomar el vino con soda, ya que había que cortar el vino para hacerlo más digerible.
A medida que se percibe que los suelos eran aptos para cepas de más alta calidad, se empezaron a explorar las ventajas de cultivar otras variedades.
En los 90’s nace la revolución vitivinícola argentina que adopta formas de hacer vino al estilo de California. Los campos antes sembrados de Bonarda se replantan por nuevos injertos de Malbec, quedando ésta como la uva emblemática de Argentina.